martes, 14 de julio de 2009

La tormenta

Qusiera poder contar las viscisitudes de hacerse a la mar, pero no lo recuerdo muy bien. Cuando nos dimos cuenta ya estabamos en altamar lidiando con amenaza de tormenta y con una tripulación que no tenía la mínima experiencia en eso de navegar, por lo que tuvieron que idearse códigos, señales, usar instrumentos extraños a la historia de la navegación y, sobre todo, imprimir audacia y disciplina a cada movimiento del navío. La primera noche que nos reunimos -ahora como un equipo necesitado de serlo -supimos que el viaje nos podría tomar años y que había que despojarse de gran parte de sí mismos. En la dársena, ahora recuerdo, se habían olvidado miedos y moralidades ajenas al genio humano de la curiosidad. Había sido un tiempo muy difícil tierra adentro y ahora retornabamos al origen de la vida, y de la historia, el mar. Pero este era un mar agitado, enardecido, en el cual fuerzas extrañas parecían romper incluso con el sonido emitido por nuestro barco, zonas de silencio, ejes tropicales repetidos, mareas revolventes, eso era un caos, e intuiamos que no era acción de la naturaleza, aquello, aún con cielo despejado, era una tormenta de un tipo especial, las viejas brújulas que encontramos en un librero aparecían bastante averiadas, después de todo fueron construidas en otro espacio-tiempo, no nos dimos cuenta de la finitud tecnológica. Llegar a la conclusión de que había que comenzar a interpretar las nubes para sobrevivir, eso retaba a cualquier incrédulo, el rompimiento tenía ejemplos inauditos, la "realidad" se desquebrajaba a cada Quanta (así decidimos llamarle a cada avance del navio que involucraba el conocimiento generado en un movimiento a través de las diversas dimensiones y las posibilidades de emisión de sonido amplificado, aún este fuese aparente retroceso, por lo pronto no sabíamos que era lo perceptible aparente y lo imperceptible objetivo). Por la noche nos llegaban señales de radio rebotando desde horizonte lejano, apagabamos las luces y escuchabamos con atención mientras la interferencia nos calcaba la tormenta aproximándose, si no me hubiese astillado la mano trepando por el mastil, juraría que estaba soñando.

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